Antes de comenzar, permítanme explicar un constructo que usaré en el presente artículo, se trata del concepto de “paternaje” y “maternaje” que se refieren a la forma cómo los progenitores ejercen su función de padre o madre que comienza con la relación biológica, pero comprende mucho más. Por otro lado, por razones prácticas usaré paternaje como constructo inclusivo para referirme tanto a paternaje como a maternaje.
Con esta introducción veamos la siguiente reflexión.
¿Qué significa ser padre o madre?
Tener uno o varios hijos, no necesariamente te hace un padre o una madre en funciones en el sentido completo de la palabra, es decir, la relación biológica no es suficiente para ser reconocido con ese título tan grande y de tanta trascendencia. El paternaje consiste en mucho más que eso, significa pensar, estudiar, amar, influir, liderar, enseñar, proveer, entre otras acciones que los padres necesitan seguir.
La vida del hijo que traemos al mundo tiene muchas necesidades, algunas de las cuales ya han sido explicadas anteriormente, referidas a lo que el niño necesita directamente para su formación física, mental y espiritual.
Sin embargo, para cumplir con ese paternaje se requiere incluir otros requisitos que atañen exclusivamente al adulto que va a ejercer sus funciones de padre o madre.
Existen condiciones que debemos tener como padres, que emanan de nuestra naturaleza individual; y nuestras características cognitivas y emocionales, que podemos resumirlas en una palabra: madurez.
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Lo que la madurez NO es:
Más de un padre o madre ha visto a sus niños y niñas jugar a la familia cuando pequeños, la niña es la mamá, el niño es el papá y los muñecos son los hijos; usan sus juguetes y a veces sus juguetes para representar las cosas de la casa; ambientan la cocina, el dormitorio, el comedor, el jardín, etc. Todo está muy bien, hay armonía, hay frases de afecto, de respeto, de paciencia y comprensión, hasta que llegan las diferencias y se genera el conflicto y la “familia” se termina. Terminó porque era sólo un juego de niños y los niños no pueden formar familias pues no tienen la conciencia moral ni la capacidad mental y tampoco la madurez para asumir esa responsabilidad.
Veamos algunas características conductuales y actitudinales de los niños, no se trata de juzgarlos, sino de describir su naturaleza, la naturaleza de un niño. En ellos, su cerebro aún no ha alcanzado su desarrollo completo y están principalmente gobernados por sus emociones y/o sus instintos. El niño, en su esencia, tendrá algo de las características descritas brevemente a continuación porque son propias de su etapa de desarrollo mental:
– Es el centro de su propio universo: cree que el mundo gira alrededor de él y que todo lo demás está a su servicio.
– Indiferente a las necesidades de los demás: no ha desarrollado la empatía, no tiene una conciencia constante del dolor y las carencias de los otros.
– Se debe hacer lo que él dice: gobernado en gran parte por su instinto de autoprotección desea conseguir a toda costa lo que quiere.
– Le da una rabieta si no lo complacen: al no tener control sobre sus impulsos, reacciona violentamente para seguir “luchando” por lo que quiere e imponerse a como de lugar.
– Es mayormente irrazonable si no piensan como él: no acepta las explicaciones por más razonables, lógicas y justas que sean.
– Es mayormente irresponsable por sí mismo: necesita el control y la dirección para cumplir sus tareas y aún para vivir.
– Sólo se sujeta a una autoridad visible: al no tener autocontrol necesita la presencia visible de la persona a cargo.
Con estas características descritas muy brevemente, querido lector ya habrás concluido que es muy cierto lo que acabamos de decir de los niños, tal vez me digas que tu hijo tiene todas ellas y en muy raras excepciones algunos me dirán que no tiene ninguna (y si es así puede que no vivas con ellos o no te has detenido a estudiarlos todavía).
Pero estamos hablando de paternaje y no de hijos, ¿Qué tiene que ver con los padres lo que acabamos de explicar sobre los niños?, pues aquí viene lo sorprendente, que hay niños de 30, 40, 50 años o más, es decir, hay que decirlo con franqueza y sin ánimo de ofender a nadie, a veces podemos tener conductas de niños y todos estamos incluidos en ello, unos más que otros y precisamente ahí está nuestro desafío, el dejar de ser un niño inmaduro para ser un adulto responsable, los niños no forman ni guían familias, sólo los adultos pueden amar y conducir a sus hijos adecuadamente.
Entonces, ¿Qué es la madurez?
Para formar una familia se necesita de un hombre o una mujer maduros y esto significa ser responsable, aceptar responsabilidades es signo de madurez, la responsabilidad por ejemplo de ser un verdadero proveedor, de ser un modelo a seguir, de controlar emociones, de pensar en los demás antes que en uno mismo; tal vez algunos estén pensando que me refiero a que los padres debemos “sacrificarnos” por la familia y los hijos, ¡no!, los padres no nos sacrificamos, los padres nos esforzamos y eso queridos padre y madre, es un placer y un honor.
La lista de las características del niño nos puede ayudar para evitar tener alguna de esas conductas y esto a poder llevarnos hacia nosotros, papá y mamá, hacia la madurez. Aquí va la aplicación práctica:
– No ser el centro de nuestro propio universo: para dejar de pensar que siempre debo tener el control porque soy el centro del universo familiar.
– No ser indiferente a las necesidades de los demás: para estar atento y pensar en TODO lo que los demás necesitan.
– No imponer lo que decimos: para no obligar a los demás a aceptar mis criterios, órdenes e ideas sólo por el hecho de ser el padre o ser la madre. ¡Porque yo te digo y punto! ¡Porque soy tu padre! ¡Porque soy tu madre!
– No nos dé una rabieta si no nos obedecen o hacen caso: para eliminar de nuestra familia el grito, los golpes, el castigo físico y toda actitud y acto violento.
– No ser irrazonable si no piensan como nosotros: para ser más razonable con los argumentos de los demás, para saber escuchar, para aceptar las historias y las explicaciones de todos; los hijos tienen su propia historia de niños y adolescentes.
– Prepararnos y esforzarnos para ser mejores padres: estudiar, leer, pensar y meditar sobre nuestra manera de crianza, y también pedir ayuda profesional si lo necesitamos.
“No conozco ningún hecho más alentador que la incuestionable capacidad del hombre para dignificar su vida por medio del esfuerzo consciente” (Henry David Thoreau).
La importancia de la madurez en los padres
Ser padre o ser madre, ejercer el paternaje o maternaje, demanda un esfuerzo consciente y constante; cada día nos levantamos con un cincel y martillo para esculpir en nuestros hijos el hombre o la mujer que queremos que sean, y esto, queridos colegas padres y madres implica ser un hombre o una mujer que ha asumido completamente sus responsabilidades, especialmente sobre el control de su propia vida.
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